Respiraba agitado, como si hubiera estado corriendo, y
se preguntó de dónde venía esa sensación de apuro constante.
Las respuestas de siempre se ofrecieron rápidamente a
explicar lo que estaba sucediendo, pero se le ocurrió la idea de que quizás - más
que explicaciones-, las supuestas respuestas, eran justificaciones.
El simple hecho de hacerse esa pregunta le sugirió que
muchas veces (las más importantes) no existe una respuesta correcta: no hay certezas.
¿Bajo qué ideas y creencias tomamos nuestras
decisiones? ¿Cuáles son las limitaciones que nos atan a estados indeseados por
nosotros mismos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario