Me desperté una mañana de lunes y me di cuenta que estaba sufriendo;
quería seguir durmiendo pero no podía: tenía que salir al trabajo.
Rápidamente me levanté, me cambié, me lavé los dientes, la cara y salí al mundo
pero los problemas no tardaron en llegar: cosas por resolver para ayer y más... y más.
Después del trabajo encontré que volvía a casa a enfrentarme con más preocupaciones-
una casa mejor, una vida mejor, vacaciones y más: todo lo que necesito para ser feliz.
La respuesta para todo era más trabajo, más esfuerzo, más sufrimiento
y el miedo se volvió muy grande (más grande que yo).
Noté que el miedo estuvo siempre ahí preguntando qué pasaría si las cosas salen mal,
qué pasa si no puedo alcanzar todo eso que necesito para ser feliz.
Y con esas simples preguntas decidía todo por mí.
Me desperté una mañana de lunes.
Y qué sentido tiene todo? Para qué buscar la felicidad y evitar la tristeza?
Si al fin y al cabo todo va a pasar y uno es un montón de átomos agrupados
en un universo tan grande y desconocido que no podemos medir ni imaginar.
Por qué querer cambiar lo que sucede si es inevitable?
Por qué no simplemente vivir lo que sucede sin agregarle mi interpretación?
Me desperté una mañana de lunes y me di cuenta que ya no estaba sufriendo.
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